Por Paola Paula.

La invitación a la Feria de arte más importante de España ha llegado al Perú entre discusiones de post-colonización rumbo al bicentenario e importantes grietas e incertidumbre en los roles y regulaciones del Estado  en lo privado y lo público. Inaceptables y acentuadas desigualdades sociales se revelan como heridas que atraviesan nuestra sociedad en todos los ámbitos, también en la cultura.

La entrada al campo ferial IFEMA para ingresar a Arco Madrid 2019  entre el 27 al 3 de marzo, ha contado con  mucha visibilidad de Perú como país invitado. A nivel personal,  establezco un recorrido en diálogo simultáneo, nostálgico que me  impregna de una frecuencia psico-espacial con la Feria del Hogar de  mi niñez en los opacos ochentas en Lima. 

En IFEMA, en los pabellones dedicados a Perú, pude observar un despliegue importante de organización, sin duda un acontecimiento nunca antes visto que cuenta con muestras paralelas en todo Madrid dedicadas a Perú, con artistas peruanos en centros emblemáticos de la cultura en España como el Museo Reina Sofía, el Museo del Prado, el Matadero, La casa Encendida, etc. Una oportunidad única de presentar obras de creadores peruanos contemporáneos de gran calidad y de apuesta arriesgada como Herbert Rodríguez con una poética disruptiva  sin concesiones. Y de otro lado Sandra Gamarra, Gilda Mantilla o la veterana Teresa Burga, entre otras. Si bien la mayoría de artistas invitados en la zona de galerías procedía de Lima, en las actividades paralelas, se observaron brillantes y emotivas excepciones con la presencia de artistas de la Amazonia como Olinda Silvano, Silvia Ricopa, Wilma Maynas. (Ésta última no pudo viajar por motivos de salud )o de artistas visuales de Trujillo.

Me parece interesante apuntar que en la edición para Arco del diario ABC de España del 2 de febrero, en referencia al arte en el Perú se hizo mención de la problemática en la formación tradicionalista en el arte peruano, así como de la falta de apoyo institucional. Al respecto, a mi entender quedó evidenciada -cierta parquedad-  en el stand oficial de Perú elaborado con fondos públicos. La acertada presentación audiovisual, inmersiva, de fresco minimalismo del stand, a mi criterio desaprovechó la oportunidad de  poner en valor ante 100,000 visitantes de todo el mundo, capitales contenidos; al no ofrecer materiales de información transversal . Como una referencia en comparación, cito el caso Colombia que fue país invitado a Arco en el 2015. Su stand institucional, más allá de un diseño funcional y contemporáneo, incorporó una oferta diversa de información descentralizada sobre sus museos nacionales en diferentes ciudades como: Medellín ,Antioquía,Cali, Barranquilla, no sólo de su capital Bogotá. Asimismo dio a conocer catálogos, revistas de arte contemporáneo y otras ediciones independientes.

Como corresponsal acreditada los días que estuve en Arco, al pasar por el stand oficial de Perú, no observé la exhibición de ningún material  especializado como revistas, ensayos sobre arte peruano o tabletas con información digital que invitarán a la interacción... Cuando pregunté al personal de la organización me alcanzaron un catálogo que sólo se entregaba en mano “a ciertas personas”. La ausencia de divulgación me hizo evocar a  miles de kilómetros, la viva y rica escena cultural peruana ,sus manifestaciones de resistencia, sus colectivos, sus espacios auto-gestionados en el Perú, las iniciativas de artistas emergentes en ciudades como Arequipa, Cusco, Trujillo, Puno. Sin duda ¡cuánto hay por dar a conocer con un gesto auténtico de inclusión en políticas culturales y de verdadero compromiso en las artes, el desarrollo!. Así que me vinieron a la mente unas declaraciones de Alberto Santamaría en un libro recientemente publicado “Alta cultura descafeinada: situacionismo low cost y otras escenas del arte en el cambio de siglo”… Y miré en oblicuo.